Cójase a una payasa, de nombre Pepa Plana, y póngasela a esperar el regreso de un marido que acaba de abandonar el hogar conyugal para irse a la guerra. Démosle, a guisa de distracción, una máquina de coser y el hilo suficiente para que con sus labores pueda olvidar sus penas y hacernos olvidar de paso a nosotros las nuestras.