Después de la muerte de don Quijote, las esperanzas de Dulcinea del Toboso de casarse como Dios manda están casi tan desaparecidas como el hidalgo. Y más si en realidad te llamas Aldonza Lorenzo, no eres dama, joven ni bella, y trabajas de camarera en un mesón cervantino, cerca de la autovía, en algún lugar de la Mancha.